jueves, 26 de noviembre de 2015

Evocaciones del Día (Un Blog sin Comentarios)


2015.11.26 Resistir la Observación
2015.11.25 Minghella y Žižek (Lo Aterrador de los Milagros)
2015.11.25 Un Objeto como Dibujo emocional (El Lazo de Ana)
2015.11.18 Los Cuentos tontos, y el Impulso en la Voz (Oink Oink, casi me pieldo)
2015.11.19 CR, Karate, Tai Chi, y la Presencia escénica

miércoles, 19 de mayo de 2010

EL MISÁNTROPO de Molière

Teatro Anhelo del Salmón

Dirección: Everett Dixon
Dirección de Arte: José Aristizábal














Alexander Betancur y Camilo Carvajal (Lorenzo y Oronte) en El Misántropo de Molière. (Foto: Carlos Mario Lema)

A todos nos gusta un buen chisme, y no hay nada más sabroso que una descripción acertada de un comportamiento ridículo. Pero sabemos muy bien que el chisme puede aniquilar la autoestima de una persona, o arruinar su carrera. El chisme, aparentemente inocente y divertido, es realmente una expresión de nuestras más profundas envidias y paranoias, y los chismosos con frecuencia son abismos de inseguridad.

Algunos de nosotros responde a esta situación con una “honestidad” frentera, pero, ¿qué es la honestidad? ¿Es Alcestes un hombre realmente honesto? O ¿no es que él, como todos en la obra, se auto-engaña? A pesar de las apariencias, Alcestes y Celimena son iguales, y su auto-egaño es el mismo de todos: se piensan gente de bien.

La honestidad es un tema importante en Molière, pero sus lectores confían demasiado en sus personajes principales y no en su autor. (Cuántas veces no he visto un aforismo de Wilde traído a colación para defender una posición cuestionable, que no resultó sino un aforismo de uno de sus personajes.) La honestidad de Alcestes no se puede comparar con la honestidad de Molière, y el gran dramaturgo francés nunca está tan seguro como los personajes que dibuja (ni los directores que lo montan). Alcestes, como todos los personajes de Molière, es el mismo clown de Molière traído al escarnio público. Si Molière sólo quería denunciar a Celimena y su séquito de aduladores, no necesitaba a Alcestes. Pero Molière nos quiere presentar un real conflicto, y no un panfleto que reconfirma nuestros reconfortantes prejuicios sobre la sociedad. No quiere criticar a la “Sociedad”, sino a nosotros mismos. Hay tanta dignidad que fealdad en ambas bandas de personajes de las obras de Molière, y quién ensalza a Don Juan ridiculizando a Don Octavio es tan ciego como los chismosos del Misántropo.
















Leonardo Villa, Patricia Bermúdez y Gadiel López en El Misántropo de Molière. (Foto: Carlos Mario Lema)

Seamos honestos, dicen los moralistas, como si fuera un asunto fácil. Seamos fuertes y directos, y nuestra “honestidad” fortalecerá a todos. Y estamos de acuerdo que esta tranquilidad nietzschiana, con su crueldad filosófica, es indudablemente un bien para la sociedad. Pero luego viene el nietzschiano George Bernard Shaw, que en general se adhiere a esta crueldad filosófica, capta la dificultad contradictoria de esta posición – dificultad que se llama en teatro conflicto – y dice, a través de su vocera Hesione, “La crueldad sería deliciosa si no lastimara a nadie.” Y sus obras parecen decir todo el tiempo, la voluntad del poder está bien, seamos vitales, está bien, seamos críticos, está bien – pero no rompamos corazones, que el corazón es frágil y no se recupera tan fácilmente.

Nietzsche mismo lo dice: a los débiles hay que tratarlos con indulgencia y cariño. Pero entonces, ¿si los débiles son tan difundidos, si la debilidad humana es nuestra característica fundamental, si todos somos abismos de inseguridad, entonces no tienen razón los que dicen que la voluntad de poder está avocada a transformarse en tiranía? Y ¿un poco de adulación, como manifestación de “indulgencia y cariño”, no es siempre necesaria en las relaciones humanas?

Alcestes es una figura trágica porque no es realmente cruel – es torpe. Y su proyecto de reformar a Celimena – y a la sociedad – es admirable, pero siendo débil Alcestes también, su proyecto se le sale de las manos.

Luego, no se puede hablar plenamente de esta obra si no analizara a su otro protagonista, Celimena. Seamos honestos, Celimena está acorralada por todos, especialmente por Alcestes. Una viuda rica, inteligente, bella, que todos los hombres de la sociedad importunan para casarse con ellos, para atenderles exclusivamente a ellos – ¿no es el colmo del cinismo, no de ella, sino de los hombres que la admiran? El cinismo de Celimena es un perfecto espejo. El chisme de Celimena es su única arma para defenderse de los perros de la Sociedad Sofocante Moral, y curiosamente Alceste, con toda su mirada moderna y amoral, resulta tan moral que todos en este debate.

Molière entendía a las actrices, y las amaba tanto como odiaba a los pretendientes asquerosos que mariposeaban en camerino para abusar de ellas y desecharlas como trapos usados. Y Celimena, más que cualquier otra mujer de Molière, parece un homenaje al valor e inteligencia de las actrices del mundo, tan mal reputadas por su sencilla, y casta, sinceridad y generosidad.
No hay duda: esta obra es una diatriba contra la maledicencia – tanto contra la maledicencia torpemente cruel de Alcestes, como contra la maledicencia de los chismosos de la corte. Pero como Molière es uno de los más grandes de los dramaturgos, su mirada está llena de piedad por todos en esta obra, y todos, en el fondo, deben darnos lástima tanto por la futilidad de sus pequeñas ilusiones, como por la torpeza patética de sus intentos de hacerse valer. Somos ridículos, dice Molière, sobre todo, y antes de caer en las redes de una moralidad (o amoralidad) cruel, démonos cuenta de nuestra ridiculez, y riámonos un ratico. Seamos honestos, no somos héroes. Somos, a lo mejor, pequeños tiranos torpes.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Organicidad en la Palabra: una Variación de un Viejo Ejercicio

En mis consejos anteriores, he descrito un ejercicio donde el actor mantiene, simultáneamente, una discusión "real" con un compañero, y el diálogo de la escena con otro, para que los impulsos orgánicos de la discusión real logren abrir los textos de la escena. Los que han visto este ejercicio se sorprenden de la transformación en la voz del actor - cuando no logra transferir los impulsos, se oye claramente el contraste entre la voz natural de la vida y la voz impostada de la escena; y cuando logra transferir los impulsos, de repente la escena cobra vida y sentido.

Esta mañana, en clase de actuación, hicimos una variación del ejercicio: para quitar la formalidad de un diálogo filosófico (estamos trabajando los tres diálogos con Satanás de Crítica de la Religión y de la Filosofía de Walter Kaufmann), se pidió a una joven actriz que tiende a formalizar sus textos de ir contando, por un lado, un anécdota de su infancia, y por otro, de seguir dialogando con su compañera. De nuevo, los oyentes se sorprendieron de la transformación del texto, de su repentina vitalización.

Cabe añadir que dos otros estudiantes tomaron en serio una que asigné el otro día, y probaron su diálogo en un espacio público frente a extraños. No es necesario decir que les fue bien en clase.

En ambos casos, los estudiantes lograron dar vida al texto - hoy. Mañana, de nuevo, se decepcionarán que el texto vuelve a cerrarse (ojalá que no). Ensayar es buscar tácticas que nos permiten estar siempre abiertos en escenario. Si ustedes no están constantemente empeñándose en mantenerse abiertos al partener y al público, mejorarán de pronto técnicamente, pero ser claro no siempre implica hacerse entender.

martes, 16 de febrero de 2010

Juego y Acción

Una dificultad enojosa de ciertos actores talentosos es que captan el juego rápido, y empiezan a jugarlo. Pero lo hacen con tanta maestría - y mecanicidad - que se olvidan del partener. Puesto que no hay acción sin partener, entonces, el juego come a la acción.

Lo hemos atestiguado todos: miramos una obra bien jugada, y nos gusta mucho al principio, pero poco a poco vamos perdiendo interés. Es porque los actores están jugando, mas no están detrás de una acción concreta.

Por cierto, doña Helia, en Hoy es Fiesta, quiere saludar a su primo, acompañarlo, hablarle, etc. Todos son juegos muy sabrosos, y de hecho la escena está escrita así: son los juegos del personaje. Pero si la actriz que interpreta a doña Helia no determina lo que quiere el personaje dentro de este juego, y no trata de seguir esta acción, estos juegos tan encantadores de repente se falsean, y la escena cae.

Helia anima a Silverio, lo saluda, lo acompaña, por cierto, pero lo que quiere es saber qué les está pasando entre Silverio y Pilar - quiere saber qué le pasa a Silverio. Si persigue esto activamente, todo lo demás de repente se vuelve más vivo, más ambíguo en un buen sentido, más fascinante para el público. Y no se puede jugar esto sin estar pendiente del partener.

Juego no es acción. Acción da vida a juego.

viernes, 12 de febrero de 2010

Otra Cita de Hegel.

"Es más fácil ver las faltas de los individuos, los Estados y el gobierno del mundo que su contenido verdadero. Pues al reprender negativamente se mantiene uno noblemente y con elevado gesto por encima de la cuestión, sin tener que penetrar en ella, esto es, sin haberla captado a ella misma, su parte positiva. Indudablemente, el reproche puede ser fundado; sólo que es mucho más fácil averiguar lo defectuoso que lo sustancial (por ejemplo, en las obras de arte)... Es un signo de la máxima superficialidad encontrar en todas partes lo malo, y no ver en ellas nada de lo afirmativo y genuino. En general, la edad vuelve más benigno; la juventud está siempre insatisfecha; cosa que se debe, en el caso de la edad, a la madurez de juicio, que no sólo tolera lo malo en virtud de su desinterés, sino que, adoctrinado más profundamente por la seriedad de la vida, se ve conduciendo a lo sustancial y sólido de la cuestión... de modo que la visión que la filosofía nos debe ayudar a alcanzar es la de que el mundo real es como debe ser... Dios gobierna el mundo; el contenido de su gobernación, la ejecución de su plan, es la historia universal, y la tarea de la filosofía de la historia universal (cuyo supuesto previo es que lo ideal encuentra cumplimiento, que sólo tiene realidad lo que es acorde con la idea) es concebirla. Ante la pura luz de esta idea divina, que no es un mero ideal, se desvanece la apariencia de que el mundo sea un acontecer loco e insensato... La filosofía considerará como cosa corrupta lo que fuera de ella se llama realidad, que muy bien puede parecer, pero que realmente no es en y por sí. Esta visión encierra algo que podría llamarse consuelo frente a la noción de la desventura absoluta, de la locura de lo que ha sucedido. Mas el consuelo es sólo un sustituto de algún mal que no debería haber sucedido, y se encuentra en su medio en lo finito. Por consiguiente, la filosofía no es un consuelo: es más que él, reconcilia y transfigura lo real, que parece ser injusta, en lo racional..." (Citado en Kaufmann, Hegel, 351-2)

jueves, 11 de febrero de 2010

La Importancia del Error: Kaufmann sobre Hegel

"Para los lectores de Hegel con cierta comprensión, la dialéctica no se encuentra en las tríadas del índice, sino más bien en la irónica inversión de los papeles de amo y esclavo cuando éste adquiere confianza en sí mismo porque depende de su propio trabajo, mientras que el amo llega a depender del esclavo; o bien la han hallado en la inestabilidad de los enfoques y actitudes, que cuando se adoptan seriamente y se llevan hasta el final se transforman en otros enfoques y otras actitudes. Por ello es probable que los estudiantes capaces de discriminar las cosas consideren que el capítulo [de la Fenomología del Espíritu de Hegel] sobre 'La Autoconciencia' es el más dialéctico de todo el libro.

"Whitehead no se encontraba muy lejos espiritualmente de la dialéctica hegeliana cuando decía en sus Modes of Thought (1938): 'Tanto en la ciencia como en la lógica, basta con desarrollar el propio pensamiento lo suficiente para llegar forzosamente, antes o después, a una contradicción, ya sea interna a la argumentación misma o externa, en su referencia a los hechos... Ninguno de estos mitos lógicos o científicos es falso en un sentido incondicionado de este término; es, más bien, descuidado: su virtud está limitado por unos supuestos previos inexpresos, y con el paso del tiempo vamos descubriendo algunas de estas limitaciones. El uso simplista de la noción de
«verdadero o falso» es uno de los principales obstáculos que se oponen al progreso del entendimiento.' (págs. 14)'El pánico del error es la muerte del progreso.' (pág. 22) 'La filosofía es la crítica de las abstracciones que rigen los modos especiales de pensamiento' (pág. 67) y 'La finalidad de la filosofía es racionalizar el misticismo' (pág. 237)

"Goethe no sólo se encontraba espiritualmente próximo a la dialéctia de la Fenomenología, sino que probablemente ejerció sobre ella una profunda influencia al escribir en su gran Bildungsroman, el Wilhelm Meister: 'El deber del educador de hombres no consiste en guardarles del error, sino en guiar al que yerre, incluso dejándole sorber su error a copas rebosantes: tal es la sabiduría de los maestros. Todo el que meramente pruebe de su error se gobernará por él largo tiempo, y se sentirá contento de él como de una rara ventura; pero quien lo absorba completamente tendrá que llegar a percatarse de él, a menos que esté loco' (VII, 9). Lo cual invita a la comparación con el aforismo hegeliano. 'Lo más perjudicial de todo es tratar de guardarse de los errores.'

"Royce expresó lo mismo acertadamente al decir (aunque, extrañamente, no en ninguno de los cuatro capítulos sobre Hegel, ni haciendo referencia de él): 'Sin errar y sin trascender nuestros errores, simplemente no podemos llegar a ser sabios, como insinuó a veces la ironía socrática... El error no es un mero accidente de un intelecto no preparado, sino un rasgo, estadio o momento necesario...' (pág. 79); y tres páginas más después, inmediatamente a continuación de un pasaje en que se ocupa de la Revolución francesa y alude a la voluntad de poderío mietzschiana (asimismo en un contexto, pues, desprovisto de toda referencia a Hegel), acierta Royce con una frase muy sugerente, por más que la abandone inmediatamente en favor de otra bastante inferior a ella: 'Todos los grandes afectos [emotions] son dialécticos. Las tragedias del período de la tempestad y el ímpetu y las de la literatura clásica y romántica son retratos de esta contradictoria lógica de la pasión [la cursiva es mía]. Fausto busca lo supremo, y por ello pacta con el diablo y aniquila a Margarita' (pág. 82) Este ejemplo no es particularmente esclarecedor; y dos frases más adelante habla Royce de 'otras expresiones semejantes de la lógica de los afectos: la fascinación y la fuerza de Byron se deben a sus contradicciones... Abundan los ejemplos de la dialéctica de los afectos en la literatura europea de este período...'" (Kaufmann, Hegel, 229-30)

lunes, 8 de febrero de 2010

Une Definición de la Virtud

Un extrato muy conmoveder de Fenomología del Espíritu de Hegel, y un sentimiento que comparto en términos de la dificultad de la tarea de amar:

"La virtud no sólo se asemeja al combatiente que en la lucha sólo se preocupa de mantener su espada sin mancha, sino que ha entablado también la lucha para preservar las armas; y no sólo no puede emplear las suyas propias, sino que debe mantener también intactas las del adversario y protegerlas contra sí misma, ya que todas ellas son partes nobles del bien por el cual se ha lanzado a la lucha." (Hegel, 228)