lunes, 15 de mayo de 2006

LA ADULACIÓN

SÓC. –– Puesto que estimas el causar agrado, ¿quieres procurarme uno, aunque sea pequeño?
POL. –– Sí quiero.
SÓC. –– Pregúntame, entonces, qué arte es la culinaria, en mi opinión.
POL. ––Te lo pregunto, ¿qué arte es la culinaria?
SÓC. –– Ninguna, Polo.
POL. –– Pues ¿qué es? Dilo.
SÓC. –– Una especie de práctica.
POL.–– ¿De qué? Habla.
SÓC. –– Voy a decírtelo; una práctica de producir agrado y placer, Polo.
POL. –– Luego, ¿son lo mismo la culinaria y la retórica?
SÓC. ––De ningún modo, pero son parte de la misma actividad.
POL. –– ¿A qué actividad te refieres?
SÓC. –– Temo que sea un poco rudo decir la verdad; no me decido a hacerlo por Gorgias, no sea que piense que yo ridiculizo su profesión. Yo no sé si es ésta la retórica que practica Gorgias, pues de la discusión anterior no se puede deducir claramente lo que él piensa; lo que yo llamo retórica es una parte de algo que no tiene nada de bello.
GOR. –– ¿De qué, Sócrates? Dilo y no tengas reparo por mí.
SÓC. –– Me parece, Gorgias, que existe cierta ocupación que no tiene nada de arte, pero que exige un espíritu sagaz, decidido y apto por naturaleza para las relaciones humanas: esta costumbre resumo con la palabra adulación.

Extrato de Gorgias de Platón, 380 BC

Frecuentemente pienso en este texto, y en el Diálogo de Gorgias en general, cuando veo una "nueva lectura" de un clásico, o cuando mis alumnos me presentan sus escenas atiborradas de recursos y vestuario y escenografía. Los "directores de idea" y los alumnos de actuación tienen esto en común: no confían en la calidad del obra clásica, y entonces sienten la necesidad de hacerle "divertida" con una cantidad de imposiciones intelectuales o bobas - no sé cual de las dos cosas sea peor. Someter a un texto clásico a la tiranía de un lema bajo el disfraz de una lectura nueva habitualmente indica que el director no ha leído la obra, sino que ha visto malos montajes, a los cuales está reaccionando. Pero resulta que nadie nunca ha realmente entendido al autor, como nuestros alumnos, con sus "divertidas" bajadas de texto de los monólogos o de los diálogos nunca realmente entienden a los griegos. Y como ocurre con las bajadas de texto, las "nuevas lecturas" no aguantan el paso del tiempo: en cinco años ya otro director está diciendo, no es posible, ya no se puede hacerlo así, hay que montar a Chéjov o a Shakespeare así o así.

Pero bueno, de pronto es exagerado usar un texto que cuestiona la retórica contra una profesión que es sumamente retórica en su esencia: que es una adulación en sí, una costumbre de espíritus listos y atrevidos. Pero hay adulaciones y hay adulaciones. A mí me gusta la carne asada con sal, punto medio: es cocina, y es una adulación, pero siguiendo a Platón, es una adulación divina - una cosa bella. Embadurnarla con salsa de tomate o chimichurri puede gustar a algunos, pero yo prefiero aderezos sencillos que realzan el savor de la carne. La diseñadora suiza de la ópera Viaggio a Reims, Mireille Dessingy, me dijo un día que no le gustaba nunca salir a los restaurantes, y le pregunté por qué: porque no me gustan las salsas, me dijo. Los directores y los actores a veces buscan conflictos en escenas donde todo es mucho más sencillo y agradable, buscan convenciones cuando todo lo que se necesita es una mirada y una cierta sensibilidad y imaginario de niño. Es particularmente nefasto esto en escenas de amor, o de fe religioso, o de cualquier cosa considerada por el director ser "trascendente": hacen juicios morales - y no hay nada más insoportable que el juicio moral de la persona que no crea en nada - y se empeñan en mostrar su inconformidad con textos tan tremendamente sencillos como "Te amo." o "Creo en tí." Les mots, repetía mil veces Alain Maratrat en los ensayos de la ópera, imitando a su maestro Peter Brook, tout ce qu'il faut, c'est dire les mots. Las obras de Peter Brook son a menudo geniales porque éste pide que el actor sea él mismo, que aprenda a saludar de verdad, aprenda a caminar tres pasos frente a los demás sin adular - sin buscar la aprobación ni el conflicto de los demás, sino buscar la cosa en sí. Y entonces, cuando un actor de Brook dice, Te amo o Creo en tí, una sala entera puede conmoverse, como comprueba su puesta El Vestido del Festival hace dos años.

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